martes, 2 de marzo de 2010

Amor a distancia

Un silencio incomodo cala en su mente, una sonrisa falsa, una conversacion banal. Marta se inclina, juega con sus dedos, revisa sus zapatos, su cabeza no para sumergida en pensamientos que nada tienen que ver con la escena. Dan la mira repetidas veces, encantado con su boca, delira con sus manos, sus dedos delgados y largos, su nariz, sus ojos, sus cejas descuidadas, sus mejillas rosadas por el alcohol. El tiempo no la ha cambiado. Mientras la admira recuerda sus besos bajo la luna. Ellos, delgados, ingenuos, silentes, absortos en un pensamiento unico :¿L@ beso?... Dejan correr el tiempo, las palabras, buscando la frase exacta que los lleve irremediablemente a besarse, a acariciar sus cuerpos, a tenerse cerca, no planean nada más... un abrazo basta.
Ella rumiando en la memoria, esquiva las miradas, los intentos de sonrisa. Bebe con rapidez y no para de mirar el reloj. ¿Alguien te espera? pregunta él. No! no es nada -responde ella-. Sabe que la quiere, y ella lo adora. No pasa nada, dejan las conversaciones fútiles que han tenido durante años esquivando el tema. Por un instante se siente en el ambiente ese silencio frío, sus manos sudan y el cielo se abre estrellado ante sus ojos. No pasa nada.

A miles de kilómetros de distancia se extrañan, aunque un poco tarde. La tecnología juega de celestina algún rato y los encuentra nuevamente.

Aquella noche en el bar quería besarte, !Dios si quería hacerlo! -y lanzó una pregunta al aire- ¿Querías besarme?...
Marta piensa: quería que te quedaras un rato más... toda la vida -y responde con tristeza- No.

La carta de novios, el matiz de la puerta, la inocencia bañada de sueños, un te quiero, un te amo. Los años pasan y su rostro impoluto sigue optimista. Quizás, después de todo exista en ellos eso que llaman amor.

lunes, 22 de febrero de 2010

Costumbre

Espera infructuosamente su mirada, su sonrisa. Se sienta junto al balcon y mira la calle con nostalgia, esa calle que tantas veces la vio ir y venir personificando todos los estados de animo conocidos por el hombre. Triste, alegre, colérica, entusiasta, a veces marchita cual flor de verano, maldiciendo sueños, suplicando amor. La brisa, suave casi melancolica, recorre sus rostro preguntandose por aquella chiquita que solia soltar carcajadas al viento, mirar al cielo y cantar agitando los brazos de pura alegría. ¿Que ha sido de ella? ¿Te pusiste al sol a madurar con sus rayos y climas tempestivos y desapareciste la ternura? ¿Olvidaste entonar melodías, alzar tu mirada, reír? Te fuiste a lo seguro, dejaste de cantar y ahora de ti no quedan más que retazos y el continuo reproche de una mirada sombría, ajena, que te inmuta con su silencio, que reclama amor.